sábado, 26 de noviembre de 2016

Para Aristóteles, ¿Quién es Dios?.

Todo el pensamiento occidental se fundamenta se asienta en la filosofía de Sócrates, Platón y Aristóteles (Sócrates fue maestro de Platón, quien lo fue a su vez de Aristóteles) pero la orientación de su pensamiento tomó diferentes rumbos, y fue Aristóteles quién culminó los esfuerzos de sus maestros y ejercer la influencia más perdurable, no sólo en el terreno de la filosofía y la teología, sino prácticamente en todas las disciplinas científicas y humanísticas de la humanidad contemporánea, por el uso de su metodología y por la amplitud de los campos que estudió y sistematizó, Aristóteles puede ser considerado el primer investigador científico.

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en Estagira, en una pequeña población macedonia. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo II de Macedonia y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco de la familia de los Asclepíades considerados descendientes del dios fundador de la medicina, cuyos conocimientos se transmitía de generación en generación. Por lo que se piensa que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina, y que de ahí le vino su afición a la investigación experimental.

Autor de un sistema filosófico y científico que se convertiría en base del cristianismo medieval, así como de la escolástica islámica y judaica; Aristóteles ha determinado, más que cualquier otro filósofo, los contenidos de la historia del pensamiento occidental, sus obras ejercerían una notable influencia sobre innumerables pensadores durante cerca de dos mil años, y continúan siendo objeto de estudio por parte de múltiples especialistas en nuestros días. La filosofía de Aristóteles constituye, junto a la de su maestro Platón, el legado más importante del pensamiento de la Grecia antigua.

Sostiene  la ética Aristotélica la búsqueda de la felicidad, que según él para algunos; la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le debe ser propia al hombre, es decir, en la vida intelectiva; ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que éstos no impidan la contemplación y la búsqueda de la verdad.

Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud, que consiste en el justo medio; así, la valentía es la virtud que se sitúa entre dos extremos igualmente viciosos, la cobardía (carencia de valor) y la temeridad (exceso de valor que lleva a correr riesgos innecesarios). Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes y en el respeto a los demás ciudadanos.

En este orden de ideas, los filósofos árabes,  entre ellos Avicena y Averroes,  contribuyeron a que el pensamiento aristotélico fuese de nuevo objeto de atención en Occidente, el creciente interés por la naturaleza mostrado por el pensamiento cristiano en la Baja Edad Media hizo posible que la obra de Aristóteles fuese estudiada, pensadores como Roger Bacon y Alberto Magno reivindicaron el pensamiento Aristotélico, y fue Santo Tomás de Aquino quién lo transformó en la base de la teología cristiana.

Para Aristóteles el hombre es por naturaleza un "animal político"; célebre expresión esta que ha de entenderse como "animal social", ya que "político" deriva de polis, la ciudad-estado griega, que es la forma más avanzada de organización social. Sólo los animales y los dioses pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la conservación de la especie inclina a los hombres a vivir unidos, primero en la familia, luego en la vecindad (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por unir voluntades hacia un mismo fin común; se requiere también de leyes justas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos en moral y cívica, para la responsabilidad dentro de la libertad en el ejercicio de sus libertades y el respeto a las libertades comunes, la búsqueda del preciso y justo equilibrio; sin embargo, hay que dejar claro que en su mentalidad clasista griega, Aristóteles no concibe el derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni para los esclavos, hay que situarse en su momento histórico.

Para Aristóteles, todos los seres vivos se presentan como poseedores de alma (psyché), por la cual se distinguen de los seres inanimados o inorgánicos. Según él, el alma es la forma de un cuerpo que tiene la vida en potencia. La doctrina hilemórfica se aplica también a los seres vivos: se componen de materia (el cuerpo) y de forma (el alma). El alma es el principio vital que realiza una potencialidad de la materia: constituir un ser vivo. Aristóteles distingue tres clases de alma: vegetativa (propia de las plantas, pero presente también en los animales y en el hombre), sensitiva (propia de los animales y del hombre) y racional (exclusiva del hombre). Ésta tiene tres características: es causa del movimiento del cuerpo, conoce y es incorpórea.

De esta concepción se deducen consecuencias inmediatas y contrarias al pensamiento de Platón y de otros filósofos; por ejemplo, el alma no existe antes del nacimiento del ser vivo (se niega la preexistencia del alma), ni pasa de un ser vivo a otro (trasmigración de las almas). El alma no se halla accidentalmente prisionera en la cárcel del cuerpo; al igual que la materia y la forma, el cuerpo y el alma son principios constitutivos inseparables e interdependientes que forman un compuesto sustancial, de modo que ni uno ni otro pueden tener una existencia propia.

Con la extinción del alma en la muerte, el cuerpo pierde su principio vital y su materia se descompone. Esto ocurre indudablemente en las plantas y en los animales; en cambio, la posición de Aristóteles respecto a la posible inmortalidad del alma humana ha sido objeto de interpretaciones divergentes. Con respecto al conocimiento, Aristóteles no admite las doctrinas de Platón, ni tampoco el innatismo. La mente al nacer es "tamquam tabula rasa", en la que nada hay escrito. El conocimiento comienza en los sentidos, como nos demuestra la experiencia. Las captaciones de los sentidos son aprehendidas por el intelecto, generándose así el concepto. De esta forma llegamos al conocimiento suprasensible.

La ciencia metafísica de Aristóteles culmina en la teología, la cual se ocupa del ser que existe per se, o sea, el ente en su sentido más pleno, la forma pura sin materia. Para probar la existencia de ese ser apela a varios argumentos: "Entre las cosas que existen una es mejor que la otra; de allí que exista una cosa óptima, que debe ser la divina". Su argumento más conocido es el denominado de predicamento cosmológico: las cosas de este mundo son perecederas, y por lo tanto sufren cambio; este cambio acaece en el tiempo. Cambio y tiempo son, pues, imperecederos; más para que se produzca el cambio o movimiento eterno ha de existir una sustancia eterna capaz de producir ese movimiento. Pero no podemos retrotraernos al infinito para buscar las causas de las causas, por lo que debemos llegar a un Ser supremo. Ese Ser, sin embargo, no aparece en Aristóteles como creador del mundo, porque éste es eterno.

Ya en sus tratados sobre física había expuesto Aristóteles el concepto de primer motor. Todo ser que se mueve es movido por otro; puesto que no podemos remontarnos en esta cadena hasta el infinito, debe existir un primer motor, el cual es inmóvil: si fuese móvil, estaría movido por otro motor anterior, y no sería el primero. Aristóteles ahonda en esta idea en sus escritos metafísicos. Como el movimiento es paso de potencia a acto, la misma inmovilidad implica que el primer motor no está en potencia respecto a ningún acto, es decir, no tiene ninguna potencialidad: es acto puro. En consecuencia, es inmaterial (la materia siempre supone potencialidad) y absolutamente perfecto; no puede faltarle nada en el orden del ser y de la perfección, pues si le faltase algo estaría en potencia respecto a aquello de lo que careciese, y ya no sería acto puro.

Por su misma perfección debemos atribuir vida a este Ser superior, y vida en su grado más perfecto; y no podemos atribuirle otra actividad que la teórica o contemplativa, que no requiere movimiento y no se orienta a satisfacer ninguna necesidad. Así, el Dios aristotélico es pura inteligencia, puro pensamiento incesante que se piensa a sí mismo; el objeto de su pensamiento no puede consistir en cosas externas a él, porque entonces dependería de tales cosas. Autónomo, trascendente, separado del mundo, Dios es eternamente feliz pensándose eternamente.

Estando separado del cosmos y sin ningún contacto con él, ¿cómo puede Dios actuar sobre el mundo, moverlo como un primer motor? Dada su suma perfección y su plenitud de ser, en Dios se encuentra todo lo apetecible, todo lo digno de ser contemplado, todo lo que merece ser poseído; en consecuencia, mueve a todas las cosas como el bien mueve al que lo desea o la belleza mueve al que la contempla. Dios mueve el mundo no como causa eficiente, sino como causa final, es decir, como fin último (la perfección) al que tiende el universo. Del mismo modo que a la amada le bastan su belleza y su bondad para atraer al amante, para Aristóteles, Dios no ejerce ninguna fuerza para el Mundo, éste va por sí mismo, en una constante búsqueda de la verdad; entonces en el mundo terrenal, el movimiento surge en las cosas como un afán hacia lo perfecto, en la búsqueda de ese fin último que es Dios.

Lázaro Buendía. 








domingo, 9 de octubre de 2016

El Porteñazo.

“El Porteñazo” así llamada la insurrección civil y militar que tuvo como teatro la ciudad costera venezolana de Puerto Cabello, fue una sublevación de la Base Naval Agustín Armario contra el Gobierno del presidente Rómulo Betancourt, llevado a cabo los días 2 y 3 de junio del año 1962, bajo el comando del capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, secundado por los capitanes de fragata, Pedro Molina Silva; de corbeta, Víctor Hugo Morales, y casi toda la guarnición de la infantería de marina “Rafael Urdaneta”, acantonada en la base, quienes  se rebelan desconociendo el gobierno de Rómulo Betancourt, denunciando los atropellos contra la población civil, la reiterada suspensión de las garantías constitucionales y la feroz y brutal represión contra los alzados de la insurgencia militar y civil, sublevada en Carúpano el 4 de mayo de ese mismo año.

Destructor Zulia, al darle click sobre las imágenes estas se amplían para ver sus detalles.
Una vez controlada por los sublevados la base naval, liberaron los presos políticos del Castillo Libertador, ubicado  dentro del perímetro de la base militar, donde habían sido trasladados desde varias cárceles del país para interrogatorios, hechos libres, de inmediato se incorporan a la batalla a lado de los sublevados.


Narra Héctor Rondón Lovera, fotógrafo de sucesos del diario La República…”Al llegar, haciéndole caso al mayor, nos retiramos a la pared. Luego de que habían pasado cerca de 10 tanques, empezaron a disparar de todos lados. Los muertos iban cayendo. No se veía a quienes disparaban, ocultos en las casas. Los masacraron a todos. Cayeron diez en la esquina, los que iban conmigo… Era como un cuarto para las siete. Junto a mí iba otro fotógrafo, Blasco. Cuando el último tanque, donde yo iba junto al otro fotógrafo, llegó a la esquina de La Alcantarilla, empezaron los disparos… Disparaban hasta granadas. Los tanques se fueron, finalmente, dejando a los muertos. Entonces fue cuando vimos que venía un cura por la acera derecha… Había un soldado herido. El cura trató de socorrerlo, lo levantó, trató de cargarlo. Yo tomé la foto. Era una escena horrorosa y a la vez tan humana. Blasco y yo le gritamos que saliera de ahí porque lo iban a matar”.




Aquel sacerdote era el P. Luis María Padilla, para entonces capellán de dicha base naval, quien procuró echarse al soldado herido al hombro pero… relata el Padre Padilla ante el Consejo de Guerra en su declaración como testigo… “de pronto llegó una ráfaga de ametralladora que hizo blanco en él, me paré y dándole la absolución, expiró. Otro herido me dijo al tocarlo: ‘dígale a mi mamá cómo morí’… sobre todos di la absolución y me retiré en busca de ambulancias, pero las ambulancias no se atrevían a avanzar porque el fuego se veía cerrado. Entonces, advertí mis manos y sotana llenas de sangre… desde entonces me limité a ayudar a las ambulancias y a auxiliar moribundos…”.






Enterado el gobierno, para el mediodía de ese primer día ordena que varios destructores, entre ellos el Destructor Zulia, fondeados en la rada de la base naval iniciaron bombardeo de las instalaciones de la infantería de marina del Batallón General Rafael Urdaneta, destruyendo las barracas con cañonazos de 40 mm. Se calcula que en “El Porteñazo”, murieron unas 400 personas en combates entre los militares y civiles alzados y las tropas gubernamentales.  

Héctor Rondón Lovera, nacido en Apure en 1933, fue fotógrafo en los organismos de seguridad del Estado y trabajaba como reportero gráfico de sucesos del diario La República, por eso fue enviado a documentar el Porteñazo por Freddy Martínez Rey, jefe de fotógrafos del diario; con su cámara Leica, Héctor Rondón documentó gráficamente los hechos, logrado tomar una fotografía determinante en la historia de Venezuela, titulada “La ayuda del padre” publicada en en el diario La República, y posteriormente distribuida por la agencia Associated Press, luego fue reproducida en diversos diarios y revistas internacionales y  ganándose la portada de la prestigiosa revista Life en español. Al año siguiente le fue otorgado el Premio Pulitzer de Fotografía, el más alto galardón de este tipo en los Estados Unidos y uno de los más prestigiosos en el mundo.

En la revista Columbia Journalism Review, editada por la Columbia University, dedicada a los 100 años del Premio Pulitzer, se publicaron 21 fotografías ganadoras del prestigioso galardón y entre ellas se encuentra “La ayuda del padre”.



















Rondón falleció en 1984 con el mérito de plasmar con su cámara fotográfica un momento fundamental y trascendente de la historia Venezolana.

jueves, 6 de octubre de 2016

Llevo todas mis cosas conmigo.

Cicerón y Valerio Máximo cuentan la siguiente anécdota sobre Bías de Priene, quién era distinguido legislador y orador, uno de los legendarios siete sabios de Grecia; relatan los nombrados que enemigos de la ciudad de Priene habían tomado por la fuerza de las armas su plaza central, ante el asedio todos sus ciudadanos huían de sus casas cargando todo lo que podían llevar de sus pertenencias, sólo Bías marchaba por el camino sin llevar absolutamente nada, apenas la túnica con la que cubrir su cuerpo. Al verlo, sus conciudadanos le preguntaron por qué no hacía como ellos. Para su sorpresa, el sabio les respondió que en efecto lo hacía, pues él llevaba todos sus bienes consigo. La charada del pensamiento de Bías y que otros no lo comprendían, se trataba de cosas invisibles para los ojos, pero valiosas para el espíritu. 

El pensador Séneca en sus Epístolas Morales 9.18-19, le atribuye la misma anécdota al filósofo griego Estilpón. El fabulista Fedro relata una versión algo diferente protagonizada por Simónides en la que el genial poeta lírico pierde todas sus riquezas en un naufragio pero, a diferencia de los marinos, no lo lamenta, pues lleva todas sus riquezas en sí mismo. Ello es rápidamente demostrado cuando los náufragos son ayudados por un rico habitante de una ciudad cercana, que, siendo un admirador de Simónides, vuelve a proveerlo de todo lo que había perdido. 

En esta idea y modo de ver nuestra realidad, vemos ilustrada la invulnerabilidad del sabio asumida y sostenida por los estoicos… “Nada malo puede sucederme, nunca me veré perjudicado, pues mis bienes se encuentran en un plano que trasciende lo material”. 

En este orden de ideas, Séneca nos ilustra en su tratado Constancia Sapientes tampoco puede el sabio padecer injusticia, afrenta o sufrir injuria, porque según él y de acuerdo con el pensamiento estoico, el único verdadero mal es la inmoralidad. La prueba de la tesis de la inviolabilidad del sabio estoico consiste esencialmente en un silogismo: siendo el mal generador de daños y perjuicios, ante el hombre sabio, aquel no puede surtir sus dañinos y oprobiosos efectos, pues ante la maldad humana el estoico permanece incólume ante cualquier injusticia. 

De hecho, el hombre que posee la razón no está expuesto a la insolencia y no puede estar indignado porque tiene en sí mismo el bien y la virtud divina que hace que sea libre de todo mal y el daño que pueda ocasionarle. La virtud del sabio coincide con su autosuficiencia y "basta a sí mismo": gracias a las virtudes los sabios no se doblegan ante nadie ni aún por los acontecimientos adversos, no tiene miedo a los giros del destino. Él sabe que su virtud no le puede ser despojada, a diferencia de todos los demás ocupados y aferrados a la precariedad de los bienes. 

Vivimos en una sociedad consagrada al materialismo más absoluto, transformado a un mismo tiempo en fetichismo e ideología sistemática; se compra y adquiere mas de lo que realmente llena nuestras necesidades, de allí el malestar entre los hombres, la innecesaria competencia por poseer, atesorar, con un mero fin de aparentar a los demás su ostentación, dejando al margen aspectos existenciales mucho mas trascendentes y enriquecedores, que si fuesen asumidos como modo de vida por todos los hombres nuestro paso por esta línea existencial sería mucho mas enaltecedora, justa, equilibrada y plena. 

En nuestra cultura la inevitable transitoriedad de lo tangible, adquiere un matiz aún mas dramático ante el infortunio y la posibilidad real del hecho de perder esos bienes materiales; en realidad no poseemos nada, antes que propietarios, somos usuarios o inquilinos, acaso es preciso recordar el sabio refrán popular “Nadie sabe para quién trabaja” pues todo lo nuestro será tarde o temprano de otro y del que menos pensamos. Las únicas cosas que verdaderamente están bajo nuestro control son la sabiduría, el conocimiento, los valores y las habilidades que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida, ese es nuestro único capital inalienable, nuestra existencia. 

JLReyesM.

viernes, 23 de septiembre de 2016

El Hombre es Lobo del Hombre

Plauto
(Sarsina, 251 a.C.-Roma, 184 a.C.)
La alocución es de Plauto aunque se la adjudiquen a Tomas Hobbes, quién la toma para su disertación sobre la maldad humana, señalando al hombre como malo por naturaleza.

Tomas Hobbes dice: …en el "estado de naturaleza" el hombre vive una guerra de todos contra todos. «El hombre es un lobo para el hombre.» Pero, al mismo tiempo, este mismo hombre, incluso en el estado de naturaleza, sigue siendo un ser racional y tiende a superar el desorden y la inseguridad reinante en la naturaleza. Con el fin de lograr su seguridad y superar el peligro que el estado de naturaleza implica, los individuos ceden sus derechos en favor de un tercero, surgido de este contrato… el “Estado” o la “República” también llamado "Leviatán". Para que este acto tenga sentido, la sesión de derechos naturales al Estado debe ser definitiva. Los derechos no pueden ser recuperados por si para los hombres como entes individuales en el mismo estado de la naturaleza, pero el Estado existe como tal para asegurar esos derechos dentro de un orden social de derecho y de justicia. El Estado es, por lo tanto, omnipotente y omnipresente entre los hombres para administrar esos derechos en un marco de leyes coercitivas de la conducta social, y sus poderes públicos en equilibrado ejercicio del poder, garantizan el cumplimiento y eficaz realización de los fines del Estado como única expresión del derecho, la moral y la religión; pero una vez quebrantado ese orden social no existe el derecho, ni la justicia y menos la esperanza.

Hobbes
Thomas Hobbes la tomó de Plauto (Tito Maccio Plauto) poeta romano, quién lo había mencionado siglos antes en su comedia “Asinaria” (La Comedia de los Asnos) una obra teatral, inmortalizando el dicho “el hombre es un lobo para el hombre”. Tenía sus razones, pues estuvo años esclavizado como un burro dándole vueltas a la rueda del molino de un panadero. Ni siquiera imaginaba Plauto que todo sistema ideológico-político y por culpa de la avaricia del hombre, haría realidad universal su amarga sentencia. Sin embargo, donde sus palabras adquieren una terrible validez es sobre todo en la política. En la política el hombre se convierte en un lobo feroz sobre todo cuando disputa con sus propios hermanos. 

Es así como el hombre convertido en lobo, alcanza niveles de degradación humana insospechados que podrían aterrar hasta al más temible tigre de la selva que solo mata por comer y solo depreda a otras especies no a su propia especie. El ser humano convertido en bestia y sumido en las cavernas del sectarismo y el dogmatismo, entre humos fragorosos de poder, como lobos devoradores de hombres se enriquecen y mienten en tropel. Nada ni nadie los puede contener ni convencer. Van por ahí, destruyéndolo todo… honras, principios, ideales, vidas privadas, afectos, amores, sueños y anhelos de sus pueblos.

Misael Hernández.

viernes, 2 de septiembre de 2016

El "San Pedro Alcantara".

En plena guerra de independencia, en 1815, el navío San Pedro Alcántara, buque insignia de la expedición de Pablo Morillo que venía a combatir a los patriotas, se hundió entre Coche y Cubagua. En 1959 se lleva a cabo otra expedición, que en este caso tuvo como propósito el rescate de los restos de ese naufragio. En el Museo se exhiben fotografías, cañones, fragmentos de hierro, clavos, y un madero del navío. También se muestran copias digitalizadas de los cuadernos originales de las operaciones de rescate. A continuación presentamos el material gráfico de las operaciones dirigidas por Gonzalo Rodríguez del Villar, fundador del submarinismo venezolano.

Pescadores de la isla de Coche que encontraron el navio español

Buque de transporte de la marina de guerra venzolana que participo en las operaciones

Explosión del San Pedro Alcantara

Dibujo del buque sumergido en el area de su localización

Representación grafica de la imagen original del buque de guerra.

marinesros venezolanos rescatando cañones del buque español

Oficiales de la armada y buzos participantes en el hayazgo submarino.

Otro cañon recuperado.

Calvos y objetos recuperados de las aguias.



Ancla del buque


Culebrinas recuperadas.



Luego del naufragio del navío San Pedro Alcántara en 1815 son varias las exploraciones que se han hecho a este barco para verificar su estado, no obstante la Armada realizó la primera expedición formal en el año de 1959 a solicitud de la Universidad Central de Venezuela según cuenta el vicealmirante Haroldo Rodríguez, uno de los principales responsables de las labores de investigación quien para ese momento era teniente de fragata.

El vicealmirante Rodríguez refiere que la expedición se emprendió formalmente a bordo del transporte Los Roques T-14 en donde se embarcaron submarinistas, investigadores, exploradores y aficionados, quienes una vez en el lugar y tras días de estudios lograron rescatar algunos objetos como cañones, balas, anclas y cuadernas del barco, los cuales en su mayoría se encuentran actualmente en el Museo Naval que funciona en la Escuela Naval de Venezuela Almirante Sebastián Francisco de Miranda (Vargas) y otros en el Museo Marino de Boca de Río (Nueva Esparta).

El Abogado Converso.



San Alfonso María de Ligorio, nació en Marianela, provincia cercana a la ciudad de Nápoles, el 27 de Septiembre de 1696; era su familia una familia antigua y noble, aunque la rama a la cual pertenecía el santo se había empobrecido, el padre de Alfonso, Don José de Ligorio era un oficial naval y capitán de la Flota Real, la madre del Santo era descendiente de Españoles. Alfonso no fue a la escuela sino que fue educado por tutores bajo la vigilancia de su padre, su padre deseaba hacer de él un brillante político, lo motivo ha estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles a la conducta de un caballero. A la edad de dieciséis años, el 21 de Enero de 1713, obtuvo el grado de doctor en leyes, aunque veinte era la edad fijada por los estatutos para poder optar a ese título universitario. Él mismo contó que en ese momento era tan pequeño para ser completamente cubierto por su toga de doctor que todos los asistentes rieron. Poco después el muchacho inició sus estudios para el colegio de abogados, y alrededor de los diecinueve años practicó su profesión en las cortes. En los ocho años de su carrera como abogado, años colmados de trabajo, se dice que nunca perdió un caso. Aun si hubiera alguna exageración en esto, ya que no está siempre en las manos del abogado el estar del lado ganador, pero la tradición muestra que fue extraordinariamente capaz y exitoso, de hecho, a pesar de su juventud, a sus veintisiete años era uno de los líderes del Colegio Napolitano. Como abogado, el sin sabor del ejercicio profesional no lo dejaba satisfecho ante el gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios, la disyuntiva existencial llegó con un acontecimiento que cambió su vida, perdió judicialmente una causa muy importante por intereses políticos, lo que le provocó una fuerte crisis emocional y espiritual.

Tras un largo proceso de búsqueda espiritual, para conservar la pureza de su alma visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía de toda conversación indeseable. Por revelación divina, San Alfonso abandona todo y decide convertirse en apóstol incansable del Señor Jesús. La tarea no fue fácil; tuvo que enfrentar, con gran lucha espiritual, a su padre y familia, a sus amigos y así mismo. Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado sacerdote, y desde entonces se dedicó a trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades, a quienes les enseñaba el catecismo.

El 9 de noviembre de 1752 fundó, junto con otros sacerdotes, la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas), y siguiendo el ejemplo de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. Por 30 años, con su equipo de misioneros, el santo recorrió campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente.

San Alfonso fue un escritor muy prolífico; al morir dejó 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. escribió “La práctica de amar a Jesucristo”, “La preparación para la muerte”, “Las glorias de María”, siendo “La teología moralis” la obra que influyó en la formación del clero por muchos años. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.

San Alfonso, predicaba con sencillez y le enseñaba a sus misioneros que “un sermón sin lógica resulta disperso y falto de gusto. Un sermón pomposo no llega a la masa. Por mi parte, puedo deciros que jamás he predicado un sermón que no pudiese entender la mujer más sencilla". Entre sus frases conocidas está: “No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar”.

En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda. San Alfonso, quien no deseaba asumir el cargo, aceptó con humildad y obediencia, permaneciendo al frente de la diócesis por 13 años donde predicó el Evangelio, formó grupos de misioneros y dio catequesis a los más pequeños y necesitados.

Sus últimos años fueron llenos de sufrimientos y enfermedades dolorosas; el santo soportó pacientemente todos estos males, rezando siempre por la conversión de los pecadores y por su propia santidad. San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, a la edad de 90 años. El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875.

San Alfonso, cuyo nombre significa “listo para el combate”, es representado con el crucifijo, los libros, el rosario o la figura de la Santísima Virgen María, a quien le tenía una profunda devoción. La iglesia Católica celebra cada 1 de agosto la fiesta de San Alfonso María de Ligorio.

A continuación se anexan una serie de importantes enlaces de la obra escrita de San Alfonso María de Ligorio para su estudio a quién le interese estos temas de filosofia cristiana.

Obras de San Alfonso María de Ligorio en google books
  • Las Glorias de María [1]
  • Conformidad con la voluntad de Dios [2]
  • Preparación para la muerte [3]
  • Práctica de amor a Jesucristo [4]
  • Historia de las Herejías [5]
  • Meditaciones sobre la Pasión de Jesucristo [6]


Consideraciones de San Alfonso María de Ligorio sobre la muerte en Youtube
  • De la eternidad del infierno [7]
  • Engaños que el enemigo sugiere al pecador [8]
  • El Amor de Dios [9]
  • De las penas del infierno [10]
  • Certidumbre de la muerte [11]
  • Bien de la Gracia divina y mal de la enemistad [12]
  • Remordimientos del condenado [13]

miércoles, 31 de agosto de 2016

Deberes de los abogados, según San Alfonso María de Ligorio.



Dr. Alfonso María de Ligorio
San Alfonso María de Ligorio, antes de dedicarse a la vida cristiana fue un distinguido abogado del Foro de Nápoles, lúcido e ilustrado; con solo 17 años egresó graduado en 1713 y debió esperar la mayoría de edad para ejercer la profesión. Profesión que ejerció durante diez años al cabo de los cuales abandonó por causa de una sentencia claramente injusta en una causa muy importante en la que él se comprometió incondicionalmente, la querella tenia por objeto una disputa sobre un feudo en la región de Rieti entre el Gran Duque de Toscana y la familia patricia de los Orsini, siendo la sentencia desfavorable a la actuación del noble abogado, ante lo cual el juez de la causa una vez pronunciado el fallo expresó “¡por el Abogado, cuánto lo entiendo!” sin embargo otros oscuros intereses manosearon la decisión del proceso.

Antes de dejar la toga y el birrete, San Alfonso escribió un precioso decálogo que aún hoy es validísimo y supera con creces el del jurista Couture,  el de San Alfonso lo dirige no solo a los Abogados, sino también a los Jueces, a los acusadores públicos, al Ministerio Público y a hasta los mismos imputados, con un uso del lenguaje claro e incisivo, sustenta y fundamente que la única y verdadera moralidad es la que profundiza en las raíces de la ética de la Verdad y del Bien, basada en la Palabra de Nuestro Señor Dios Creador y Redentor nuestro “Porque Dios es el primer Protector de la justicia”.

Obligaciones de los jueces, abogados, acusadores y reos.
  • No se debe aceptar nunca causas injustas, porque son perniciosas para la conciencia y para el decoro.
  • No se debe defender una causa con medios ilícitos e injustos.
  • No se debe gravar al cliente con gastos innecesarios, de otra manera, queda en el Abogado el deber de la restitución.
  • Las causas de los clientes se deben tratar con el compromiso con que se tratan las causas propias.
  • Es necesario el estudio de los procesos para deducir los argumentos válidos para la defensa de la causa.
  • La dilación y la negligencia en los Abogados a menudo perjudica a los clientes, y se deben reparar los daños, de lo contrario se peca contra la justicia.
  • El Abogado debe implorar de Dios la ayuda en la defensa, porque Dios es el primer Protector de la justicia.
  • No es laudable un Abogado que acepta muchas causas superiores a sus talentos, a sus fuerzas, y al tiempo, que a menudo le harán falta para prepararse en la defensa.
  • La justicia y la honestidad no deben separarse de los Abogados católicos, de hecho se deben siempre custodiar como las niñas de los ojos.
  • Un Abogado que pierde una causa por su negligencia debe asumir la obligación de reparar todos los daños a su cliente.
  • En la defensa de las causas se necesita ser verídico, sincero, respetuoso y razonado.
  • Finalmente, los requisitos de un Abogado son el Conocimiento, la Diligencia, la Verdad, la Fidelidad y la Justicia.