miércoles, 31 de agosto de 2016

Deberes de los abogados, según San Alfonso María de Ligorio.



Dr. Alfonso María de Ligorio
San Alfonso María de Ligorio, antes de dedicarse a la vida cristiana fue un distinguido abogado del Foro de Nápoles, lúcido e ilustrado; con solo 17 años egresó graduado en 1713 y debió esperar la mayoría de edad para ejercer la profesión. Profesión que ejerció durante diez años al cabo de los cuales abandonó por causa de una sentencia claramente injusta en una causa muy importante en la que él se comprometió incondicionalmente, la querella tenia por objeto una disputa sobre un feudo en la región de Rieti entre el Gran Duque de Toscana y la familia patricia de los Orsini, siendo la sentencia desfavorable a la actuación del noble abogado, ante lo cual el juez de la causa una vez pronunciado el fallo expresó “¡por el Abogado, cuánto lo entiendo!” sin embargo otros oscuros intereses manosearon la decisión del proceso.

Antes de dejar la toga y el birrete, San Alfonso escribió un precioso decálogo que aún hoy es validísimo y supera con creces el del jurista Couture,  el de San Alfonso lo dirige no solo a los Abogados, sino también a los Jueces, a los acusadores públicos, al Ministerio Público y a hasta los mismos imputados, con un uso del lenguaje claro e incisivo, sustenta y fundamente que la única y verdadera moralidad es la que profundiza en las raíces de la ética de la Verdad y del Bien, basada en la Palabra de Nuestro Señor Dios Creador y Redentor nuestro “Porque Dios es el primer Protector de la justicia”.

Obligaciones de los jueces, abogados, acusadores y reos.
  • No se debe aceptar nunca causas injustas, porque son perniciosas para la conciencia y para el decoro.
  • No se debe defender una causa con medios ilícitos e injustos.
  • No se debe gravar al cliente con gastos innecesarios, de otra manera, queda en el Abogado el deber de la restitución.
  • Las causas de los clientes se deben tratar con el compromiso con que se tratan las causas propias.
  • Es necesario el estudio de los procesos para deducir los argumentos válidos para la defensa de la causa.
  • La dilación y la negligencia en los Abogados a menudo perjudica a los clientes, y se deben reparar los daños, de lo contrario se peca contra la justicia.
  • El Abogado debe implorar de Dios la ayuda en la defensa, porque Dios es el primer Protector de la justicia.
  • No es laudable un Abogado que acepta muchas causas superiores a sus talentos, a sus fuerzas, y al tiempo, que a menudo le harán falta para prepararse en la defensa.
  • La justicia y la honestidad no deben separarse de los Abogados católicos, de hecho se deben siempre custodiar como las niñas de los ojos.
  • Un Abogado que pierde una causa por su negligencia debe asumir la obligación de reparar todos los daños a su cliente.
  • En la defensa de las causas se necesita ser verídico, sincero, respetuoso y razonado.
  • Finalmente, los requisitos de un Abogado son el Conocimiento, la Diligencia, la Verdad, la Fidelidad y la Justicia.

martes, 2 de agosto de 2016

Sófocles y su leyenda de Antígona.



Sofocles
Narra el pensador griego un poco mas o menos, que tras la batalla en la que los dos hermanos de Antígona, Eteocles y Polinices, acaban de forma recíproca con sus propias vidas a las puertas de la ciudad de Tebas, funesto hecho tras el cual el rey de Tebas Creonte, pariente de los difuntos, prohibe la sepultura de Polinices, a quien considera un traidor por atacar la ciudad de Tebas. La verdad era que Polinices solo pretendía recuperar, mediante la guerra, lo que le correspondía por derecho propio, ya que su hermano se negó a cumplir lo pactado entre ellos en el que se repartían el gobierno de la ciudad de Tebas durante ciertos años.

Antígona, lógicamente, no está de acuerdo con esta decisión del  rey Creonte, y pese a ello, decide enterrar a su hermano Polineses, cumpliendo con la ley de los Dioses y haciendo caso omiso de las leyes reales.

Antígona no logra hacerlo, en pleno funeralde su hermano, los soldados y guardias de Creonte la apresan y la llevan ante él. Creonte no muestra clemencia (al menos en un principio) ante ella, ni siquiera al pedirle el mismisimo hijo del rey Creonte, Hemón, quién era prometido de Antígona, que cambie de actitud.

Tanto Antígona como Hemón, le hacen saber al rey Creonte que el pueblo le tiene por un tirano y que en realidad están a favor del indulto de Antígona y la correcta sepultura de Polineses, y su autoridad se fundamentaba no por respeto por la ley, como debiera ser, sino por miedo al propio rey Creonte.

Creonte interpreta estas palabras  como una conspiración contra su supuesto buen juicio negándose por completo a ceder ante las exigencias de aquellos a los que considera criminales o cómplices de criminales o simplemente “traidores”.

Habia en aquella ciudad de Tebas, un profeta el ciego Tiresias, quién visita al rey Creonte, confirmando las palabras de Antífona y Hemón, pero dándoles un matiz diferente, haciéndole saber a Creonte, que éstos no estaban contentos con él y que si dejaba sin sepultura a Polinices y mataba a Antígona una serie de maldiciones caerían sobre el pueblo de Tebas.

Creonte, cegado por el poder y su tiranía, ve en estas palabras del ciego Tiresias, una amenaza directa hacia su persona y hacia su pueblo al que dice “amar” por encima de sí mismo, optando por insultar al ciego profeta sin creer en sus palabras, tras lo cual, el ciego Tiresias decide marchar, no sin antes maldecir a Creonte con un hijo muerto en sus brazos, como compensación de las muertes de las que sea causante.

Antígona, por orden del rey Creonte es enterrada viva en una cueva donde tendrá comida suficiente para subsistir privándola así de vivir ni entre vivos ni entre muertos. Polinices seguirá sin sepultura hasta que Creonte, asustado por la profecia del ciego Tiresias, cambia de opinión y decide deshacer lo que hizo siendo él mismo quien de entierro a Polinices y libera a Antígona de su cautiverio, pues era además la prometida de su hijo.

El rey Creonte al llegar al lugar donde esta presa Antígona, ésta se había colgado del techo de la cueva que le servía de prisión, dándose a sí misma muerte, mientras su prometido Hemón, desconsolado, lloraba a sus pies. Creonte trata de levantar a su hijo y este le escupe a la cara e intenta herirle con su espada y termina dándose muerte a si mismo tal cual hizo su amada Antígona; se había consumado la maldición predicha por el ciego Tiresias y Hemón yace muerto abrazado a Antígona, ante la presencia del rey Creonte.

Creonte regresa a la ciudad de Tebas con su hijo muerto en brazos para descubir que Eurídice, su esposa, al enterarse de la muerte de su hijo se suicida también culpando a Creonte de la tragedia, el rey Creonte se queda solo sostienendo su familia muerta en sus propios brazos.

Juan Jacobo Rousseau.
Haciendo un análisis de este mito, leyenda o narración griega, que nos cuenta Sófocles, concluimos pensando en el comportamiento humano el cual debe seguir unas leyes inmutables, que no se pueden cambiar según conveniencias del momento.

Seguir o no estas leyes lo trastorna todo, si abandonamos esos principios de la verdad, podemos traicionarnos así mismos; mas aún aquellos que detentan el poder en un lugar y tiempo determinado, puede constituirse en verdugos de sus semejantes.

Las leyes de los hombres surtan paralelas, en el respeto a las leyes universales cuya fuente deviene del Derecho Natural, esto es un orden normativo que no depende del los hombres sino que obedece a reglas del cosmos atendiendo a fundamentos de carácter ético y moral muy por encima de la racionalidad humana; sin este respeto, todas las leyes pierden su cimiento de justicia, ya que son leyes injustas, pues devienen de una autoridad aunque legítimamente asumida, retrógradamente injusta.

La Ciencia Jurídica, descansa sobre un principio de respeto por la verdad, sobre un "pacto entre caballeros", referente a los juramentos, los compromisos, acuerdos y contratos, como dijo Juan Jacobo Rousseau, en El Contrato Social, sin cuyo pacto debidamente respetado y observado por las partes, no podría distinguirse entre la verdad  y el charlatanismo.