¿Quién valiera remedar en su recorrer el vuelo del Colibrí?
Hoy temprano en la mañana, entre los albores, presagios y expectaciones de este
día, caminando en el parque, un Colibrí de plumaje esmeralda encarnado y
azulejos vibrantes, pasó frente a nosotros con la velocidad del pensamiento,
fugaz e indemne; segundos antes sorbía una florecilla dejando apenas en nuestra
vista su esplendorosa tonalidad y la imagen de su frágil cuerpecito.
¿Quién pudiera vestirse de su plumaje? Verde azulado degradado
con el iris del Sol en su refracción de luz mañanera, espectro de ilusión y
fantasía, mágico y ensoñador, repentino paisaje visual que alegra el alma,
verdadera música para nuestra vista.
¿Quién se alimenta como él? De flor en flor, un regalo de la
naturaleza a su belleza, con su largo pico entre sus ojitos intensamente negros
que le adornan elegantemente en su colorido plumaje, sublime brillo que le
otorga su alimento vital y puro.
¿Quién poseyera sus alas? Alguien alguna vez cantó –no preguntes
cuántas veces por segundo mueve en su vuelo sus alas el Colibrí- parafraseo y
digo que ni la más poderosa maquinaria de acrobacia aerodinámica y supersónica lo
igualará jamás.
Así son las cosas de la naturaleza, perfectas, cuando
miramos el firmamento y nuestra soledad en el Universo, íngrimos ante la inmensidad
y al margen de la oscurana planetaria,
somos parte de un cosmos pasajero y quebrantable como el Colibrí, rasante, veloz
y en constante movimiento; todo nace, se desarrolla y muere, nada es perenne,
todo cambia y se perfecciona, esa es la Ley Natural.
Y el hombre insignificante, aquellos los insidiosos, los seres intromisos en
una naturaleza perfecta la causa de su descomposición urbana, los corrompidos,
los advenedizos de la razón, acéfalos en su antiética existencial, lacras de un Universo en plena gestación.
Esa desesperanza pasa, cuando escucho una obra musical como
la Música del Agua del compositor alemán Juan Sebastián Bach y uno se anima al
pensar, que el hombre en la naturaleza es una cosa maravillosa y que todo se arregla con el
tiempo, que la naturaleza evoluciona para bien y que esta especie actual corrupta e inmoral desaparecerá algún
día de la faz de la tierra.
Nectario Garcia Ordoñez.