sábado, 26 de noviembre de 2016

Para Aristóteles, ¿Quién es Dios?.

Todo el pensamiento occidental se fundamenta se asienta en la filosofía de Sócrates, Platón y Aristóteles (Sócrates fue maestro de Platón, quien lo fue a su vez de Aristóteles) pero la orientación de su pensamiento tomó diferentes rumbos, y fue Aristóteles quién culminó los esfuerzos de sus maestros y ejercer la influencia más perdurable, no sólo en el terreno de la filosofía y la teología, sino prácticamente en todas las disciplinas científicas y humanísticas de la humanidad contemporánea, por el uso de su metodología y por la amplitud de los campos que estudió y sistematizó, Aristóteles puede ser considerado el primer investigador científico.

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en Estagira, en una pequeña población macedonia. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo II de Macedonia y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco de la familia de los Asclepíades considerados descendientes del dios fundador de la medicina, cuyos conocimientos se transmitía de generación en generación. Por lo que se piensa que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina, y que de ahí le vino su afición a la investigación experimental.

Autor de un sistema filosófico y científico que se convertiría en base del cristianismo medieval, así como de la escolástica islámica y judaica; Aristóteles ha determinado, más que cualquier otro filósofo, los contenidos de la historia del pensamiento occidental, sus obras ejercerían una notable influencia sobre innumerables pensadores durante cerca de dos mil años, y continúan siendo objeto de estudio por parte de múltiples especialistas en nuestros días. La filosofía de Aristóteles constituye, junto a la de su maestro Platón, el legado más importante del pensamiento de la Grecia antigua.

Sostiene  la ética Aristotélica la búsqueda de la felicidad, que según él para algunos; la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le debe ser propia al hombre, es decir, en la vida intelectiva; ello no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con tal de que éstos no impidan la contemplación y la búsqueda de la verdad.

Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud, que consiste en el justo medio; así, la valentía es la virtud que se sitúa entre dos extremos igualmente viciosos, la cobardía (carencia de valor) y la temeridad (exceso de valor que lleva a correr riesgos innecesarios). Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes y en el respeto a los demás ciudadanos.

En este orden de ideas, los filósofos árabes,  entre ellos Avicena y Averroes,  contribuyeron a que el pensamiento aristotélico fuese de nuevo objeto de atención en Occidente, el creciente interés por la naturaleza mostrado por el pensamiento cristiano en la Baja Edad Media hizo posible que la obra de Aristóteles fuese estudiada, pensadores como Roger Bacon y Alberto Magno reivindicaron el pensamiento Aristotélico, y fue Santo Tomás de Aquino quién lo transformó en la base de la teología cristiana.

Para Aristóteles el hombre es por naturaleza un "animal político"; célebre expresión esta que ha de entenderse como "animal social", ya que "político" deriva de polis, la ciudad-estado griega, que es la forma más avanzada de organización social. Sólo los animales y los dioses pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la conservación de la especie inclina a los hombres a vivir unidos, primero en la familia, luego en la vecindad (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por unir voluntades hacia un mismo fin común; se requiere también de leyes justas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos en moral y cívica, para la responsabilidad dentro de la libertad en el ejercicio de sus libertades y el respeto a las libertades comunes, la búsqueda del preciso y justo equilibrio; sin embargo, hay que dejar claro que en su mentalidad clasista griega, Aristóteles no concibe el derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni para los esclavos, hay que situarse en su momento histórico.

Para Aristóteles, todos los seres vivos se presentan como poseedores de alma (psyché), por la cual se distinguen de los seres inanimados o inorgánicos. Según él, el alma es la forma de un cuerpo que tiene la vida en potencia. La doctrina hilemórfica se aplica también a los seres vivos: se componen de materia (el cuerpo) y de forma (el alma). El alma es el principio vital que realiza una potencialidad de la materia: constituir un ser vivo. Aristóteles distingue tres clases de alma: vegetativa (propia de las plantas, pero presente también en los animales y en el hombre), sensitiva (propia de los animales y del hombre) y racional (exclusiva del hombre). Ésta tiene tres características: es causa del movimiento del cuerpo, conoce y es incorpórea.

De esta concepción se deducen consecuencias inmediatas y contrarias al pensamiento de Platón y de otros filósofos; por ejemplo, el alma no existe antes del nacimiento del ser vivo (se niega la preexistencia del alma), ni pasa de un ser vivo a otro (trasmigración de las almas). El alma no se halla accidentalmente prisionera en la cárcel del cuerpo; al igual que la materia y la forma, el cuerpo y el alma son principios constitutivos inseparables e interdependientes que forman un compuesto sustancial, de modo que ni uno ni otro pueden tener una existencia propia.

Con la extinción del alma en la muerte, el cuerpo pierde su principio vital y su materia se descompone. Esto ocurre indudablemente en las plantas y en los animales; en cambio, la posición de Aristóteles respecto a la posible inmortalidad del alma humana ha sido objeto de interpretaciones divergentes. Con respecto al conocimiento, Aristóteles no admite las doctrinas de Platón, ni tampoco el innatismo. La mente al nacer es "tamquam tabula rasa", en la que nada hay escrito. El conocimiento comienza en los sentidos, como nos demuestra la experiencia. Las captaciones de los sentidos son aprehendidas por el intelecto, generándose así el concepto. De esta forma llegamos al conocimiento suprasensible.

La ciencia metafísica de Aristóteles culmina en la teología, la cual se ocupa del ser que existe per se, o sea, el ente en su sentido más pleno, la forma pura sin materia. Para probar la existencia de ese ser apela a varios argumentos: "Entre las cosas que existen una es mejor que la otra; de allí que exista una cosa óptima, que debe ser la divina". Su argumento más conocido es el denominado de predicamento cosmológico: las cosas de este mundo son perecederas, y por lo tanto sufren cambio; este cambio acaece en el tiempo. Cambio y tiempo son, pues, imperecederos; más para que se produzca el cambio o movimiento eterno ha de existir una sustancia eterna capaz de producir ese movimiento. Pero no podemos retrotraernos al infinito para buscar las causas de las causas, por lo que debemos llegar a un Ser supremo. Ese Ser, sin embargo, no aparece en Aristóteles como creador del mundo, porque éste es eterno.

Ya en sus tratados sobre física había expuesto Aristóteles el concepto de primer motor. Todo ser que se mueve es movido por otro; puesto que no podemos remontarnos en esta cadena hasta el infinito, debe existir un primer motor, el cual es inmóvil: si fuese móvil, estaría movido por otro motor anterior, y no sería el primero. Aristóteles ahonda en esta idea en sus escritos metafísicos. Como el movimiento es paso de potencia a acto, la misma inmovilidad implica que el primer motor no está en potencia respecto a ningún acto, es decir, no tiene ninguna potencialidad: es acto puro. En consecuencia, es inmaterial (la materia siempre supone potencialidad) y absolutamente perfecto; no puede faltarle nada en el orden del ser y de la perfección, pues si le faltase algo estaría en potencia respecto a aquello de lo que careciese, y ya no sería acto puro.

Por su misma perfección debemos atribuir vida a este Ser superior, y vida en su grado más perfecto; y no podemos atribuirle otra actividad que la teórica o contemplativa, que no requiere movimiento y no se orienta a satisfacer ninguna necesidad. Así, el Dios aristotélico es pura inteligencia, puro pensamiento incesante que se piensa a sí mismo; el objeto de su pensamiento no puede consistir en cosas externas a él, porque entonces dependería de tales cosas. Autónomo, trascendente, separado del mundo, Dios es eternamente feliz pensándose eternamente.

Estando separado del cosmos y sin ningún contacto con él, ¿cómo puede Dios actuar sobre el mundo, moverlo como un primer motor? Dada su suma perfección y su plenitud de ser, en Dios se encuentra todo lo apetecible, todo lo digno de ser contemplado, todo lo que merece ser poseído; en consecuencia, mueve a todas las cosas como el bien mueve al que lo desea o la belleza mueve al que la contempla. Dios mueve el mundo no como causa eficiente, sino como causa final, es decir, como fin último (la perfección) al que tiende el universo. Del mismo modo que a la amada le bastan su belleza y su bondad para atraer al amante, para Aristóteles, Dios no ejerce ninguna fuerza para el Mundo, éste va por sí mismo, en una constante búsqueda de la verdad; entonces en el mundo terrenal, el movimiento surge en las cosas como un afán hacia lo perfecto, en la búsqueda de ese fin último que es Dios.

Lázaro Buendía.